El Consumismo o el Abuso del Deseo

10.07.2014 a las 21:17 hs 737 4

Antes de responder a la pregunta, ¿Qué tanto afecta el consumismo a la humanidad? (Cuya respuesta bien podría venir a lo largo de este ensayo) sería bueno respondernos, ¿Hasta qué punto el consumismo de nuestra sociedad contemporánea logra controlar la economía? O mejor ¿Hasta dónde la economía se encamina con el fin de controlar nuestras vidas?



No hace falta ser un experto en materia para hacer esquemas de cómo funciona la economía que hoy mueve gran parte del mundo, en principio se concluye una dinámica que es prácticamente imposible de mantener sin un estricto control de lado y lado, (gobiernos y emporios comerciales), las grandes instituciones del capital han sostener su poder mediante una disimulada intervención en donde juegan un papel preponderante los intereses mutuos.



Hace siglos cuando en vez de una economía global dominante existía un comercio transcontinental, aún nos costaba estimar los alcances del poder en un mundo aislado y desconocido, el control dependía entonces de la fuerza, el avasallamiento y es por eso que en la historia nos topamos con miles de relatos acerca de guerras, de conquistas hechas con sangre, de batallas hasta la muerte, algo distante de lo que hoy se plantea para un “neo colonialismo”, la fuerza hoy en día se usará de manera más disimulada, pero es ahora el dinero el que prácticamente lo mueve todo, eso parecía estar muy claro para el conquistador mongol Gengis Kan quien antes de enviar a morir a su comitiva en manos de El Sah, pensó en las ventajas económicas que le traería establecer relaciones comerciales con los musulmanes en vez de conquistarlos, eso fue justamente antes del baño de sangre que vivió el imperio Corasmio en 1219 cuando el Kan invadió la ciudad de Samarcanda.



Pero tal como lo planteara Lawrence Mac Donald en “The Rockefeller File” del periodista Gary Allen, considerando una de las fortunas más grandes de la tierra: “El poder que ha alcanzado la economía en la actualidad ni siquiera podía haber sido imaginado por tiranos y conquistadores de épocas ulteriores”, no obstante los grandes emporios comerciales, las poderosas firmas, los trust y los monopolios jamás podría abarcar tanto poder sin un principio tan simple en el acto pero tan complejo para el desarrollo de la vida y el éxito de toda especie, algo que va mucho más allá de toda fuerza y recurso; y es el deseo.



Es difícil establecer en que momento de la evolución nace el mismo como motor de la auto sustentación y la supervivencia, el deseo es prácticamente la motivación del organismo vivo hacia su existencia, la vida misma, si bien es la estructura de cada ser lo que define su individualidad, el deseo es el que da autonomía, independencia o llámese “Libertad”. Aquellos que comprenden el poder que tiene el lenguaje en nuestra sociedad también comprenderán porque hoy en día se habla de salvaguardar la libertad, incluso si de ello dependiera utilizar la fuerza extrema, el brazo de la guerra, la desinformación (Mentira y secretismo) y la represión, esa “libertad” tiene que ver más con el “libre desear” y es justamente dicho sentimiento el pilar de nuestra “economía democrática” lo que nos sustenta y la vez sostiene los grandes capitales.



Hasta este punto podemos hacernos a una pregunta de irremediable respuesta, ¿Está haciendo la economía global un abuso en general de los recursos? Desde luego que sí y esos recursos nos incluyen a nosotros, más específicamente a nuestras primitivas pulsiones. Nos resulta fácil entender que existe un abuso considerando que son los más ricos quienes mueven los hilos de la política y la economía, solo basta con ser un poco atentos a la hora de observar el panorama mundial donde no es difícil percibir que dicho abuso existe cuando los medios son manipulados por intereses generalmente ocultos ante lo que ellos mismos denominan “opinión pública”. Es mucho más fácil aún ver el abuso que estos gigantes de la economía hacen de los recursos naturales, cuando instigan guerras y demás conflictos internos, cuando no existe la menor compasión a la hora de explotar la denominada “materia prima”, no sucede lo mismo a la hora de hacer un examen de la dinámica económica y es, la manera tan sutil cómo el comercio controla las mentes, manipulando a diario nuestra forma de pensar, jugando a su antojo con nuestras emociones, abusando especialmente de esa cualidad exclusiva en el ser humano, la forma casi desmedida como nos puede envolver el deseo, ¿Deberíamos culpar entonces al inconsciente primitivo, a la necesidad, la demanda, la imagen que se forma en torno a este sentimiento tan natural, a este principio fundamental que nos empuja a vivir?, desde luego no, considerando que nuestro deseo es como un pilar que ladrillo por ladrillo ha ido erigiéndose para sostener a ese gran monstruo global al que sin ningún temor se le llama economía.



La pregunta entonces sería ¿Es el consumismo un abuso del deseo? Y la respuesta definitiva, sí, existe un abuso cuando nos sometemos al endeudamiento, cuando generamos en nosotros mismos la necesidad de adquirir productos que no necesitamos, cuando nos arrojamos hacia un frenesí de entretenimiento y le damos la espalda a la cultura, cuando adquirimos hábitos dentro del consumo sobre una base de falso bienestar y satisfacción, cuando compramos la felicidad dentro de un envase junto a una etiqueta de garantía que dice “deberás someterte”, esa es la libertad que tanto defienden las grandes democracias del mundo, la libertad de desear, pero desear cada vez más y a costos muy elevados, una libertad que suena a un “laissez faire” pero como salido de un libro de Maquiavelo.



Una de las maneras de atisbar cómo el deseo ha sido gravemente trastornado es la forma deliberada en la manipulación de la sexualidad humana. Hasta hace unas décadas la mujer comenzó a jugar el papel principal en el comercio cuando por primera vez se utilizó como modelo de diversos productos, la belleza y sensualidad de la mujer ha sido explotada con la finalidad de vender convirtiéndola en objeto sexual y a la vez modificando la forma de interpretar la sexualidad de ambos géneros. La sexualidad en nuestra cultura decadente pasó de ser el acto de concebir la vida y amar a nuestra pareja a una práctica propia de la libertad hacia el deseo que supone la libertad del individuo sin considerar el abuso que se hace de la misma, la sexualidad ha llegado a convertirse en un producto más de nuestros hábitos de adquisición hasta el punto de qué se le resta importancia a las campañas donde es difícil percibir a la mujer como objeto exclusivo del deseo. Es así que poco a poco el consumismo gracias a las diversas prácticas del modelo de alienación mental ha ido desviando nuestra conducta hasta el punto de dejar a un lado el respeto que la vida amerita.



Pero a sabiendas de qué o quiénes son los que procuran que cada persona en la tierra abuse de sus propios impulsos, aún nos falta esclarecer cuales son los ingredientes para preparar a un consumista, los factores claves y su evidente “configuración” mental. La manipulación del deseo es en sí el éxito de todo comercio, es el objeto principal del producto, esto lo tuvo muy claro el publicista estadunidense Edward Bernays quien aplicando los estudios de Sigmund Freud revolucionó la forma de percibir el producto mediante la manipulación de nuestros deseos inconscientes, es decir, los deseos que van más allá de la necesidad y la demanda como lo planteará Lacan, pero sobre la “imagen” como el mismo Freud lo postulara antes. A partir de Bernays se supo que si los fabricantes creaban una imagen idealizada, es decir de plena satisfacción en torno a un producto y luego esta se le presentaba a la gente por los diferentes canales y medios de difusión se podían vender hasta una “piedra dentro de una caja”. Los grupos de contracultura Estadunidenses de los años sesenta protestaron en contra de esta nueva tendencia a manipular la mente pero desde luego nada ni nadie iban a detener al gran monstruo del capital, la estrategia de abusar del deseo de Bernays ha engordado hasta hoy los gruesos capitales del mundo pero ¿A qué costo?



La "Pet Rock" o piedra mascota se vendieron 1,5 millones de unidades en seis meses.

Ahora que sabemos el brazo derecho del consumo es la publicidad y esta a su vez yergue sus tentáculos hacia los distintos medios de comunicación y expresión, (Como en el caso de las tabacaleras y el cine gringo de los años cincuenta) es momento de conocer el caldo de cultivo en donde nace, crece, se reproduce y muere el consumista promedio; en efecto, se trata de la educación. En el magnífico documental “La Educación Prohibida” del argentino German Doin se pasa el bisturí a la educación actual y es entonces cuando revela uno de sus efectos más perniciosos, la tendencia a la competitividad. Resulta muy obvio que una sociedad donde la motivación humana se guíe solo por competencias, la búsqueda de la felicidad tienda a relegarse a la necesidad de la satisfacción haciendo que esta a su vez dependa en gran parte de los logros o resultados que obtengamos a lo largo de nuestras vidas, a esto cabría citar el pensamiento de Carlos Marx cuando dijo refiriéndose al capitalismo: “No es la conciencia de los seres humanos lo que determina su ser, sino que por el contrario, es su ser social el que determina su conciencia.” Es entonces que el deseo se ve tremendamente afectado y esto ya lo había comprendido el mismo Marx cuando relacionó por primera vez generación de capital con alienación y cómo no, el modelo educativo actual nos da el ambiente propicio para que dicho control sea más que una realidad.



Al final tenemos ante nosotros la respuesta a dichas cuestiones, todo parece confluir hacia una total reforma en la educación, una enseñanza que se centre más hacia la dialéctica material y la conciencia y no hacia los dogmatismos ni las leyes, una educación que se preocupe más por el desarrollo mutuo y le reste importancia a las obligaciones y los deberes ciudadanos, una formación cuyas bases sean el respeto por la naturaleza y la vida en vez de la civilidad y el patriotismo, algo que bien podría sonar utópico pero no.



Pero volviendo volviendo a nuestra cuestión inicial ¿Hasta qué punto el consumismo de nuestra sociedad contemporánea logra controlar la economía? La respuesta es simple y llana, tanto como cada uno de nosotros lo queramos permitir.






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