[Concurso] La polla educa - Mi Aporte

08.06.2015 a las 16:19 hs 877 1

Emilio y la niebla

Emilio iba en su bicicleta a trabajar, como todos los días. Era todavia noche cerrada a las 6 de la mañana en Córdoba, encima esa neblina que había anunciado la radio la hacía mucho mas opresiva, casi claustrofóbica. El unico sonido que se escuchaba era de su bici, la chaveta del pedal derecho que se había limado y hacía un ¡clac! cada vez que giraba, la cadena no muy aceitada y el asiento con su chirrido cada vez que acomodaba su trasero.




Emilio sintió miedo. Bah, no era miedo en realidad, pensándolo bien era solo esa vaga presión en el pecho que uno nota cuando no puede ver mas allá de la mano extendida. Quizás era la humedad que hacía mas pesada la respiración, como si tuviera una máscara de esas que ves en las fotos de Chernobyl o de la primera guerra mundial.


Emilio se tranquilizó al entrar en la plaza, ya sólo le quedaba cruzarla en diagonal para llegar a la carpintería en la que había trabajado durante los últimos 8 años. Cierto es que podía rodearla, pero esa mañana sentía una necesidad enorme por llegar y pegarse al mate y la pava. 




Emilio casi estaba llegando a la fuente cuando los vio. Aunque no los vió realmente, solo divisó su figura recortada en la niebla, por virtud de las farolas que estaban en la calle opuesta, esas que el intendente había inaugurado la saman antes de las elecciones que perdió. Eran tres y venían caminando directo hacia el. Algo en ellos no estaba bien. Los de los costados eran mas altos y caminaban muy livianamente, casi como flotando; flanqueando a uno mas bajo, medio encorvado y que caminaba como vacilante, casi como si estuviera aprendiendo a caminar. No, no era eso, el tipo se quería volver. Si, avanzaba queriendo retroceder. No estaba caminado con ellos. ¡Ellos lo estaban llevando!


Emilio había llegado casi a los cincuenta años en ese barrio de fuera de la Av. Circunvalación sin meterse nunca en líos, siempre había esquivado entrometerse en quilombos ajenos. Y le había ido bien. Por eso quizás pensó que lo mejor sería rodear la fuente y salir por la otra diagonal, total, si tenían problemas no era asunto suyo; eso era lo mas acertado, lo que haría cualquier persona que quisiera vivir tranquila en un barrio como el suyo.





Emilio tenia miedo. Ahora si tenía miedo. Quizás por eso no se desvió. Dicen que cuando uno se atemoriza no hace lo que debería. Hace cosas estúpidas, como arrojarse a un río para que no lo asalten, o subirse a un arbol para que noo lo muerda un perro, o seguir pedaleando derechito hacia dos fascinerosos que estan seguestrando a un tipo. Pero ya no había tiempo para pensar, porque estaba pasando justo a su lado. Los tres lo miraron y los dos mas altos tenian un rostro hermoso, de una belleza que no había visto nunca, pero el del medio.... ¡Oh Dios!¿El del medio!


¡Emilio no podia creerlo! ¡Tenía que ser una broma! Eso, seguro, una broma inventada por su cobardía.


Emilio no podía dejar de mirarlo, no podía apartar los ojos de ese rostro, mientras el terror le atenazaba el estómago. Así fué como llegó al final de la plaza y sin dejar de mirar a "ese rostro" bajó a la calle pedaleando a todo lo que daban sus piernas y sin siquiera notar al camión del reparto de La Serenísima que se le venía encima. Ni se dio cuenta cuando le pegó, ni sintió dolor cuando las costillas se partían como leña seca y ni cuando su cráneo estallaba como un huevo que se cayó de la mesa.





Emilio se levantó casi de inmediato de un salto. Mas que por la violencia del choque por el terror que aún sentia hacia lo que había visto. Miró hacia la plaza y ya no vió a las tres siluetas, solo la niebla; ni escuchó los gritos histéricos. Solo una voz tierna y tranquilizadora que le susurraba:


- Emilio, tranquilo, ya todo está bien, nada más puede dañarte.


Emilio vió a sus lados a los dos hombres altos y hermosos, y no comprendió. Sólo sabía que debía acompañarlos, cruzar la plaza hacia donde ellos lo llevaran. Y hacia allí fue, pero quería saber que había pasado, donde estaba su bicicleta, tenía que ir a trabajar. Entonces lo vió venir, era una sombra al principio, después se fue dibujando: Un hombre en bici, mirándolo aterrorizado, apurando el paso sin dejar de mirar esa cara, SU PROPIA CARA!

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