Se descubre la existencia de un agujero en la capa de ozono

08.06.2016 a las 15:35 hs 772 0

la revista Nature publica un artículo descriptivo de la pérdida de ozono que estaban sufriendo las capas altas de la atmósfera sobre la Antártida. Los autores Joe Farman, Brian Gardiner y Jonathan Shanklin difunden una de las primeras constataciones de la influencia negativa de la actividad humana en el planeta, en este caso, debido a la utilización de un conjunto de sustancias compuestas por bromuro y cloro, entre las que destacaban los llamados clorofluorocarbonatos (CFC). Así, la ciencia realiza uno de los descubrimientos más dramáticos de la historia. Paulatinamente, la preocupación de la comunidad científica se trasladó a la sociedad, que fue incorporando esta problemática a su vocabulario y preocupaciones.
Aunque ya había indicios del deterioro, las alertas definitivas se activaron en 1984, cuando las mediciones mostraron un claro descenso de los niveles de ozono. 
Las observaciones realizadas alarmaron a los científicos Paul Cratze, Mario Molina y Sherwood Mowland; cuyos trabajos fueron galardonados con la conquista del premio Nobel de Química de 1995. El fenómeno estaba ocurriendo a veinte kilómetros de altura, donde se encuentra una capa que concentra el ozono, que actúa como escudo frente a la radiación ultravioleta. De toda la radiación solar, la más dañina es la ultravioleta, que causa quemaduras en la piel, cáncer y cataratas. 

Sumando el reflejo de la radiación que ocasiona el hielo y la nieve en la Antártida, la intensidad de la radiación ultravioleta sobre este continente es tan elevada como la que llega a una playa tropical a mediodía. Las evidencias científicas propiciaron la firma del Protocolo de Montreal en 1987, que limitó y reguló la producción, el consumo y el comercio de las sustancias que dañan la capa de ozono, principalmente los CFC, utilizados en refrigeradores, sistemas de aire acondicionado y como disolventes industriales. 
La recuperación de la capa de ozono es lenta, puesto que los CFC son gases muy estables que permanecen en la atmósfera durante un centenar de años. De hecho, a pesar de las medidas tomadas desde 1987, el agujero de ozono más extenso jamás observado se produjo en 2006, con una extensión de 28 millones de kilómetros cuadrados. Habrá que esperar hasta 2080 para recuperar los niveles que había en 1950. Recientes estudios pudieron constatar el descenso de la concentración de CFC en la atmósfera.

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