La Asesina de Maridos, una historia real.

27.06.2015 a las 13:51 hs 1018 0


Giulia Toffana reconoció haber matado a mas de 600 hombres... a pedido de sus mujeres.



Giulia Toffana fue de las mayores asesinas de hombres de todos los tiempos, y también una de las más elegantes. 
Según la versión más consensuada de la historia, Giulia nació en la ciudad italiana de Palermo hacia el 1600 y su vida dio un giro al quedarse viuda. Como muchas mujeres de su época, descubrió la libertad a raíz de un acontecimiento supuestamente desgraciado.
En la Europa del siglo XVII, muchas mujeres vivían atrapadas en matrimonios opresivos, no existía posibilidad de divorcio y la buena cuna no aseguraba un mejor trato. Las hijas de la nobleza pasaban de mano en mano como propiedades, eran moneda de cambio para tratos políticos y negocios importantes.
De modo que sólo había una forma de escapar: la muerte del amo.





A Giulia, que era madre de una niña, se la consideraba una mujer muy bella y distinguida. Quienes la conocían veían normal que, tras el fallecimiento del cónyuge, pasara largos ratos en las perfumerías de su ciudad, deleitándose con fragancias para superar la pérdida.
Sin embargo, Giulia no era una clienta más: lo que a ella le interesaba era averiguar cómo se fabricaban las pociones. 
Tras muchas horas observando a maestros alquimistas, Giulia dio con la fórmula que andaba buscando. No era una esencia perfumada, ni agua de rosas, sino un grácil veneno que acabó haciéndose famoso en toda Italia.
Sería bautizado años después con el apellido de su autora, Aqua Toffana, y su composición era la siguiente: arsénico, plomo y el arbusto belladonna, una planta que ya se utilizaba en el antiguo Egipto como narcótico, en la antigua Grecia como afrodisíaco y que en la Edad Media pasó a formar parte la botica de las brujas. 






Giulia intuyó que muchas mujeres desearían hacerse con algunas gotas, pues se trataba de un medio para la venganza muy útil para señoritas y señoras: el veneno era indetectable, no tenía sabor y no dejaba rastro visible el cadáver. No había autopsia capaz de detectarlo.

Giulia formó a su hija en la fabricación y la venta, se mudó a Roma y reclutó a varias ayudantes. Desde allí creó una compleja red de distribución: la toxina viajaba en botes de maquillaje o en pequeños frascos pensados para almacenar agua bendita y decorados con la imagen de San Nicolás. 
La administración de la droga era fácil y prometía discreción: sólo debían dejar caer unas gotas sobre el guiso del día, o en un vaso de bebida.
Después de la primera toma, el hombre se sentiría cansado, con síntomas parecidos a los del resfriado. Tras la segunda toma querría ir al médico y después de la tercera es probable que ordenaran su ingreso en un hospital. Tras la cuarta, el marido habría muerto, y las asesinas podrían llorar afligidas su desaparición mientras organizaban su nueva vida.





Era inimaginable que entre todos los cosméticos de un tocador se escondiera un veneno letal, era impensable que una esposa odiara a su marido. Giulia Toffana se convirtió una sicaria pionera que basaba su estrategia en reuniones y el boca-oreja, como quien organiza un tuppersex. Las clientas satisfechas recomendaban el Agua Toffana a otras mujeres que necesitaran ayuda.
El éxito fue tal que Giulia y su equipo fueron descubiertas. Se dice que cuando una de sus clientas estaba a punto de servir un plato de sopa envenenada a su marido se arrepintió, confesó, desvelando el apellido de su proveedora.

El negocio de Toffana fue expuesto a las autoridades papales y el rumor se extendió: mucha gente apoyó públicamente a la alquimista y a su hija, mientras otros denunciaban que aquellas mujeres habían envenenado el agua de Palermo, Nápoles y Roma.
Las Toffana se refugiaron en una iglesia, pero la policía entró en el santuario para interrogarlas. La leyenda dice que Giulia fue torturada hasta confesar la magnitud de su crimen: reconoció haber provocado la muerte a 600 hombres sólo en Roma entre 1633 y 1651.




En julio de 1659, Giulia Toffana fue ejecutada junto a su hija y cuatro de sus ayudantes. El lugar elegido fue la plaza de Campo de Fiori. Su cadáver fue lanzado desde lo alto de la iglesia que le había servido de refugio momentáneo para su gran pecado.
Tras las investigaciones de las autoridades muchas de sus clientas fueron ejecutadas o encerradas en las húmedas celdas del Palazzo Pucci.
El alcance del Agua Toffana nunca será descubierto: no se sabe cuántos hombres murieron envenenados por sus esposas y amantes, ni cuántas mujeres se salvaron de la horca alegando haber comprado esos botellines para estar más guapas.

Aquello que las convertía en seres inofensivos, el ser constantemente infravaloradas, resultó ser la mejor arma para muchas mujeres







Toffana fue una asesina en masa, pero también la única proveedora de herramientas de autodefensa para mujeres de la época, víctimas de todo tipo de abusos y atrocidades. Sobre carentes de voz y credibilidad.
Esta viuda con ansias de compartir su libertad recordó al mundo que la perfidia femenina existe, que las mujeres nacen libres y que, por tanto, no nacen buenas.
Aquello que las convertía en seres inofensivos, el ser constantemente infravaloradas, resultó ser la mejor arma para muchas mujeres. Nadie sospechaba de un puñado de damas.


"Las mujeres nacen libres, no buenas"



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