El huevo mas grande de CABA

05.07.2017 a las 22:29 hs 1026 0





Mas de uno habrá dicho o pensado en alguna oportunidad al pelearse con su esposa o al salir de compras con ella, ¨ me tienen que hacer un monumento por como me hinchas los huevos¨ bueno no sufra mas querido pollo desertor usted ya tiene un monumento a su infinita paciencia.










TEXTO DE ROXANA SVETSKIN
Los Anchorena, que vivían en el actual Palacio San Martín con 150 sirvientes. Y los Kavanagh, adinerados, aunque no patricios. Hacia 1920 los Anchorena construyen la iglesia del Santísimo Sacramento como futuro sepulcro familiar. Cuenta la leyenda que uno de los Anchorena se enamoró perdidamente de una Kavanagh, aunque el romance no fue aprobado por su familia. Corina Kavanagh decidió una venganza arquitectónica: en Florida y San Martín, ordenó la construcción de un edificio cuyo único requisito era que impidiera la vista desde el palacio Anchorena a la iglesia, objetivo que aún cumple el edificio Kavanagh. “Incluso, si alguien quiere mirar de frente la actual basílica del Santísimo Sacramento, debe pararse en el pasaje “Corina Kavanagh”.
Retiro es un barrio pequeño en superficie, comparado con otros de la Ciudad de Buenos Aires, pero uno de los que ofrece mayores diferencias de personalidad entre grupos de manzanas y calles. A Retiro llegan o parten miles y miles de personas por día ya que es la cabecera de tres estaciones de Ferrocarril, de la Estación Terminal de Ómnibus y de numerosas líneas de colectivos. La parte elegante y refinada de la Plaza Carlos Pellegrini, rodeada de hoteles lujosos, amplios pisos y departamentos. La distinguida y majestuosa zona de los palacios (Cancillería, Círculo Militar), sobre la Plaza San Martín.
Saliendo del bar del Plaza Hotel, elegido como uno de los nueve mejores bares del mundo por la revista Forbes, yendo hacia Av. Libertador se ve una plazoleta con un huevo blanco, luego de atravesarlo tiene forma algo ovalada y se lee en una placa que es el homenaje a Alberto Ginastera: Genial creador de un estilo musical conocido como la “música de las pampas”, reconocido en el mundo entero como la más alta expresión de la Argentinidad en la música.
Desde 2011 son de público conocimiento las inmerecidas desprolijidades con respecto a esta plazoleta.
Ubicado entre las calles San Martín y Ricardo Rojas, el espacio verde es casi una continuación del edificio Kavanagh, que según Ginastera era el mejor lugar de Buenos Aires para vivir. “Amaba este lugar, decía que desde acá se ven el río, la plaza San Martín, la calle Florida…, así que estoy muy contenta”, dijo a La Nación Georgina Ginastera, hija del músico nacido en Barracas en 1916 y muerto en Ginebra en 1983.




La pequeña plazoleta lucía ordenada, pero sin las flores que el gobierno porteño tuvo la intención de plantar. Por un error, las flores se pusieron en una plazoleta de la avenida San Martín y Rojas, en Caballito, según admitieron con rubor los organizadores del acto.
No fue éste el único episodio bochornoso en torno de los reconocimientos a Ginastera. En 1993, la entonces municipalidad porteña puso una placa con el nombre del músico en la plazoleta junto al Teatro Colón, entre Viamonte y Libertad. Pero en 2000 fue retirada porque ese espacio ya tenía nombre: Ciudad del Vaticano. Hacía más de 30 años y, por eso, no podía cambiarse la denominación. Por ese motivo, el acto de ayer era señalado, con discreción, por amigos y seguidores de Ginastera como una reparación histórica.

Crear, destruir, reponer un huevo (29/09/14)
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La anécdota es bien conocida, casi una leyenda urbana de la mítica Buenos Aires de los años 60. El artista payaso, el chamán conceptual, el dandy festivo y atormentado que hasta ese momento venía coqueteando con el arte informal presenta para el Premio Di Tella de 1965 un enorme huevo de mampostería y yeso. La obra, “Nosotros afuera”, es construida en la misma sala por una cuadrilla de albañiles que terminan sobre la hora. Como toda documentación, existe un par de fotografías que muestran al artista de riguroso traje parado junto al huevo descomunal. Las fotos permiten adivinar la humedad en los últimos trazos del fratacho. El premio va para Peralta Ramos, pero según los comentarios de quienes vivieron para contarlo, en medio de la premiación el huevo comienza a temblar y cede sobre sí mismo: implosiona. Otra foto de color lavado, posiblemente de una cámara portátil, muestra al artista destruyendo su propia criatura a mazazos. Se dice que después de esto no volvió a hacer piezas formales. No como lo hacía antes.
“El huevo puso fin a su ansiedad por convertirse en un artista conceptual, de ser parte de un movimiento; una figura capaz de comentar o contribuir a ciertas tradiciones”, opina Chus Martínez, curadora española de proyección internacional, que acaba de inaugurar We, the outsiders, en el espacio e-flux de Nueva York.
Nosotros afuera, la mítica obra efímera que Federico Peralta Ramos presentó en el Di Tella en 1965, “renace”, ahora perdurable, en Nueva York y en Buenos Aires.
“Nosotros afuera”, es la anti-obra por excelencia. La criatura que engendraba aquel huevo nunca hubiera podido llegar a ser nada. Estaba condenada a la fugacidad del instante.
Desde esa perspectiva, el huevo de Martínez, incluso con materiales nobles y tecnología de punta, tiembla como el original y amenaza con caerse a pedazos. Su texto lo justifica, lo pone en contexto. La curadora apela a la selva tropical, como símbolo de una anarquía vital que resignifica cualquier categoría crítica. Todo muy lindo, pero lo dice y lo hace desde un prístino cubo blanco neoyorkino, donde resulta impensable una mancha de moho, un grito de guerra.
Una cuestión similar provocó el homenaje impulsado por un grupo de amigos del artista y llevado adelante por el secretario de Desarrollo Económico porteño, Miguel Chain. El mismo huevo, esta vez de concreto, será emplazado en la plazoleta Ginastera, entre la Plaza San Martín y el ingreso al edificio Kavanagh. Como sucede con toda obra que vaya a ser ubicada en la vía pública de manera definitiva, el proyecto debió pasar por la Legislatura. Su redacción –proyecto presentado por la diputada Lía Rueda– presentaba la contradicción que esta obra acarrea. Según el texto se trataría de una “escultura” adaptación de la que se había presentado en el Di Tella. Cabe la pregunta: ¿Una escultura? ¿De quién? ¿De su grupo de amigos? ¿Del ministro Chain? ¿De la diputada Rueda? ¿Un monumento  vaya a saber qué en nombre del artista sin obra?





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Comentarios (9)


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