EL SINIESTRO CASO DEL NIÑO EN LA CAJA

04.11.2016 a las 18:55 hs 1092 0

Todo comenzó la tarde del 25 de febrero de 1957, cuando Frederick J. Benonis, un estudiante de 26 años de edad del Colegio LaSalle, comprobaba algunas trampas para animales que había dejado instaladas días atrás. El joven descubrió junto a la estrecha carretera de Susquehanna en Filadelfia, Pensilvania (Estados Unidos), una caja de cartón en cuyo interior se incubaba un misterio.



En esos tiempos, la carretera de Susquehanna era un lugar poco transitado. En su lado sur había una zona de árboles poco profunda, que no se extendía más allá de unos pocos metros de la carretera, y a continuación, las zonas de arbustos y maleza se mezclaban con grandes áreas de espacios abiertos.En aquellos años era una zona deshabitada, no existían casas en sus alrededores, pero se encontraba cerca del lugar un centro de acogida dirigido por las religiosas de la Orden del Buen Pastor, dedicada a la reeducación de jóvenes problemáticos. Enfrente de la entrada de este centro, en una zona arbolada y de espeso sotobosque, aquel trampero se toparía con el hallazgo que conmovería a todo un país.Adentro de la caja de cartón estaba un niño muerto. El cadáver correspondía a un varón de raza blanca, de entre 4 a 6 años aproximadamente, cuyo cuerpo desnudo estaba envuelto en una manta de franela. El cuerpo estaba seco y limpio, y las uñas y el cabello habían sido cortados recientemente, aunque de forma apresurada. Había restos de cabello encima de su cuerpo, lo que indicaba que se lo habían cortado en el momento de su muerte, tal vez como un intento deliberado de ocultar la identidad del niño. Los brazos del chico estaban doblados cuidadosamente encima de su estómago.



Tenía los ojos azules y parecía desnutrido. No había ninguna cicatriz de vacunas. El niño había sido circuncidado, lo que indicaba que probablemente el niño y su asesino eran judíos. Había tres pequeños lunares en el lado izquierdo de la cara, un minúsculo por debajo de la oreja derecha, tres pequeños en el lado derecho del pecho, y uno grande en el brazo derecho, dos pulgadas por encima de la muñeca, en línea con el meñique. El chico tenía un conjunto completo de dientes de leche. Las amígdalas no se habían extraído. La piel de las palmas de las manos y los pies aparecía arrugada y áspera, lo que indujó a pensar que el cuerpo había estado en contacto con el agua por un lapso prolongado.Se apreciaban varias contusiones en todo su cuerpo, especialmente en la cabeza y el rostro, que parecían haberse producido todas a la vez. Se encontraron también siete cicatrices en su cuerpo. Los investigadores concluirían que al menos tres de ellas podrían haber sido realizadas en operaciones quirúrgicas. Dos de estas cicatrices se localizaban en el pecho y la ingle de la víctima. Otras se encontraron en el codo, el tobillo y la barbilla del niño.Benonis llamó a la policía al otro día, poco después de las 10:00 horas del 26 de febrero de 1957, y les informó de que había descubierto el cuerpo de un niño pequeño el día anterior. Dijo que estaba conduciendo por la carretera al oeste de Susquehanna alrededor de las 15:15 horas, cuando vio un conejo saltando en la maleza. Se bajó del auto y lo persiguió un poco, pero el animal se escapó. Benonis revisó algunas trampas y luego se encontró con la gran caja de cartón. Miró en su interior y vio lo que al principio pensó que era una muñeca. Luego se dio cuenta de que era el cadáver de un niño pequeño.Benonis decidió no denunciar el incidente. Sin embargo, a la mañana siguiente, Benonis tenía dudas acerca de guardar silencio, sobre todo después de escuchar en la radio una noticia sobre un niño desaparecido de Nueva Jersey. Benonis le confió el incidente a dos sacerdotes del Colegio LaSalle, quienes le aconsejaron que notificase a las autoridades inmediatamente.La policía se enteró de que Benonis tenía la costumbre de visitar Susquehanna para espiar a las chicas de la Escuela del Buen Pastor y tomarles fotografías a escondidas. Esto explicaba su renuencia inicial a revelar el descubrimiento a las autoridades. Benonis fue interrogado extensamente por los detectives en la sede del Departamento de Policía de Filadelfia. También se sometió voluntariamente a una prueba de detector de mentiras, cuyos resultados lo libraron de toda sospecha.Durante la autopsia, que duró dos horas y fue llevada a cabo por el Dr. Joseph Spelman, la sangre y otros fluidos corporales, el cabello, los contenidos gástricos, así como muestras de tejidos de órganos vitales incluyendo el corazón, el hígado y los pulmones, se extrajeron para el análisis toxicológico y el examen microscópico. Un misterioso residuo marrón oscuro que recubría el interior del esófago del niño no pudo ser identificado, pero podría ser consistente con vómito.Los rayos X sobre el cuerpo del niño no mostraron evidencia de fracturas óseas actuales o anteriores. Cuando una luz ultravioleta se proyectó en el ojo izquierdo del cadáver, fluoresció un azul brillante, lo que sugería que un colorante especial de diagnóstico se había aplicado hacía poco tiempo, posiblemente para tratar una dolencia crónica en los ojos.El examen del tracto gastrointestinal del niño indicó que no había comido durante dos o tres horas antes de su muerte. El clima frío de aquella zona puso en dificultades a la policía para tratar de averiguar cuando se había producido la muerte. Tras muchas pruebas se concluyó que ésta había ocurrido entre dos o tres días antes, a unas dos semanas..



La caja de cartón que cubría el cadáver correspondía a la envoltura de un cuna de bebé. El interior de la caja de cartón tenía restos de pigmento blanco, lo que indicaba que la cuna estaba pintada de blanco. La caja estaba en buen estado en su parte interior, y algo húmeda y con hongos en la parte exterior.
El cartón fue enviaron al laboratorio del FBI para su análisis, pero no se encontraron huellas dactilares. Había sido vendida por la JC Penney Co. El moisés era uno de una docena recibida el 27 de noviembre de 1956, con precio de venta de $7.50 dólares y se había vendido entre el 12 de marzo de 1956 y el 16 de febrero de 1957 por la tienda JC Penney, en su caja original. El almacén tenía la política de aceptar sólo dinero en efectivo, así que no había registros indicando la identidad del comprador.
También se analizó la manta que envolvía el cuerpo del chico. Tenía un diseño a cuadros con diamantes y bloques en verde, marrón y blanco. Había sido remendada con hilo de algodón, probablemente en una máquina de coser para uso doméstico. 
También había sido cortada a la mitad. Se determinó que la manta se había fabricado en Beacon Mills, Swannanoa, Carolina del Norte, o en los Molinos Esmond en Granby, Quebec (Canadá). Sin embargo, no fue posible identificar los posibles puntos de venta, ya que miles de esas mantas habían sido fabricadas y enviadas a docenas de comerciantes en todo el país.
Muy cerca del cuerpo, la policía encontró una gorra de hombre, de tejido de pana y color azul. Puestos en contacto con la empresa que había fabricado aquella prenda, se pudo determinar que había sido vendida a un hombre que pidió que se le cosiera una correa en la parte posterior. La propietaria les dijo a los detectives que el hombre aparentaba unos treinta años de edad, de cabello rubio, había llegado a la tienda solo y vestía ropa de trabajo.
Se encontró además una bufanda de tamaño infantil color canela y amarillo, así como una camisa de franela de un niño. También un par de zapatos negros para niño. Eran baratos, pero estaban en buen estado. Era significativo que estaban limpios, mientras que el área cerca de la escena del hallazgo estaba lleno de barro.
Un zapato se encontró en el mismo lado de la carretera de Susquehanna cerca del cuerpo. El otro a diez metros al sur en el lado opuesto. Pero cuando los detectives los midieron en el pie del cuerpo en el depósito de cadáveres, vieron que eran demasiado grandes para él.
En las inmediaciones también se recuperó un pañuelo de hombre con la letra “G” bordada en una esquina. Se encontraron unos cabellos cortos adheridos a su superficie, que fueron enviados a analizar por si resultaban ser del niño. El análisis efectuado dio negativo.
También se recuperó como prueba una bufanda, una camisa de franela de color amarillo de la talla del muchacho y unos zapatos que resultaron ser demasiado grandes para la víctima.
Lo más escalofriante es que entre la maleza apareció un jersey de hombre de color gris, que escondía en su interior un gato muerto. Se pensó que quizás aquel gato era la mascota del niño. Arriba del gato había un pedazo de papel de estraza arrugado y empapado. El fragmento de la manta era similar en tipo y calidad a la que se encontró con el cuerpo del niño. Sin embargo, un posterior análisis en el laboratorio de la policía reveló que no era parte de la misma manta. El análisis químico de los otros artículos también tuvo resultados negativos.
La policía publicó un cartel de búsqueda con la imagen del chico y su descripción. Miles de estos carteles fueron distribuidos a los Departamentos de Policía en todo Pensilvania y el sur de Nueva Jersey. También se colocaron en las oficinas de correos, tiendas de licores del estado, pistas de carreras y muchos otros lugares frecuentados por el público en general.
Las huellas dactilares y las huellas del pie fueron tomadas para su posterior comparación con los registros de nacimiento de hospitales y otros archivos médicos. Pero a pesar de una búsqueda exhaustiva de los hospitales del país, no se encontraron coincidencias. Era como si el niño jamás hubiera existido.
320 agentes buscaron a alguien que pudiera haber tenido conocimiento de un niño desaparecido semejante al encontrado, en los últimos cinco años. Policías, detectives y guardias del Parque Fairmount participaron en las pesquisas. Pero no averiguaron nada.




Al igual que en muchos casos de asesinatos sin resolver, infinidad de conjeturas e hipótesis se presentaron con respecto a una posible solución. Una de ellas señalaba que el chico podía haber sido vestido como niña durante toda su vida, hasta que había sido asesinado y le habían cortado el cabello largo por eso. Se hicieron varios retratos de la víctima, incluyendo una donde se le representaba como una chica.
Frank Bender, un famoso escultor forense, creó un busto de cómo el padre del niño podría haber lucido. El busto se basa en las características faciales del niño. Bender es el escultor forense detrás del célebre busto de John List “El Asesino de Westfield”, quien mató a toda su familia.
Los agentes también buscaron en los archivos del Servicio de Inmigración y Naturalización de los Estados Unidos. Comprobaron 11,200 fotografías de pasaporte, con la sospecha de que el chico podría haber sido extranjero, pero ninguna coincidió. También se llevó a cabo una comprobación directa de 64 niños normales que estaban en hogares de acogida, y de alrededor de 400 niños con retraso mental. Todos los chicos en hogares de crianza fueron contabilizados. Se revisaron además todos los archivos. La posibilidad de que el niño haya estado alguna vez en alguna institución fue eliminada.




Poco después de que se descubriera el cadáver, un hombre dijo a la policía sobre un extraño incidente que presenció a unos 200 metros del lugar donde se encontraron los restos. El domingo 24 de febrero de 1957, el testigo iba conduciendo a lo largo de la carretera cuando vio un coche que estaba parado a un lado del camino, con una mujer y un niño que estaba de pie en la cajuela del coche. La mujer parecía estar buscando algo en el maletero. 
Tenía entre 40 y 50 años, de mediana estatura y corpulenta, vestida con un abrigo de paño de invierno marcado. El niño tenía entre 12 y 14 años, y era de aproximadamente la misma altura que la mujer.
El testigo dijo que él regresó hacia la carretera de Susquehanna y aminoró la velocidad de su propio coche, pensando que la mujer tenía una rueda pinchada, y le preguntó si podía ser de alguna ayuda. En ese momento, tanto la mujer como el niño le dieron la espalda y se mantuvieron absolutamente callados. Además, parecían estar tratando de ocultar la matrícula de su coche.
El hombre pensó que era extraño, pero decidió que ellos no querían que interfiera con lo que estaban haciendo, así que se fue. La policía nunca pudo localizar a estos misteriosos personajes. La policía vistió el cadáver del niño con ropas infantiles y le tomó unas macabras fotografías, que distribuyó para ver si alguien lo reconocía. Pero nadie respondió..





En marzo de 1957, una artista aficionada vio el cartel de la policía, acudió a verlos e identificó el cadáver en la morgue como el mismo chico que había visto durmiendo en brazos de un hombre, a bordo de un autobús que iba desde Filadelfia hasta el sur de Nueva Jersey. La pareja se había subido al autobús en Camden, aseguró.
La mujer presentó un boceto que había hecho del hombre, pero los investigadores no fueron capaces de verificar su historia. En marzo de 1957, una camarera de Wilmington, Delaware, identificó al niño como uno que había visto varios meses antes, caminando cerca del lugar donde trabajaba, de la mano de un hombre que estaba hablando sobre coger un tren para Filadelfia. El testimonio de la mujer no se pudo corroborar.
Thomas Agustin, un niño de once años de edad, vio la inquietante imagen del chico desconocido representado en los carteles que se pegaron a lo largo de Filadelfia. En ese momento, no tenía idea de que iba a crecer para convertirse en un detective de homicidios de Filadelfia y obtener la oportunidad de investigar el famoso caso a partir de 1998. Para entonces, los medios habían bautizado al cadáver como “El Niño de la Caja”.
Aunque la mayoría de varias descabelladas teorías fueron descartadas por la policía, dos fueron ampliamente investigadas y generaron mucha controversia por parte de la policía y los medios de comunicación. La primera hipótesis se centraba en el hogar de acogida que se encontraba cerca del lugar donde fue descubierto el cadáver.
En 1960, Remington Bristow, un empleado de la oficina del forense que dedicó toda su vida al caso hasta su muerte en 1993, se puso en contacto con un psíquico, quien le dijo que buscara una casa que parece coincidir con el hogar de acogida. Bristow se dirigió directamente al lugar y allí pudo ver una cuna similar a la que ocupaba la caja que escondía el cadáver del pequeño. Además, descubrió mantas parecidas a las que envolvían el cuerpo.




Bristow consideraba que el niño pertenecía a la hijastra del hombre que dirigía el hogar de acogida. Bristow creía que la muerte del niño había ocurrido de forma accidental y que tiraron el cadáver para no tener que afrontar la vergüenza de que ella era una madre soltera, lo que en aquellos años se consideraba un estigma. A pesar de esta presunción, la policía jamás pudo encontrar ninguna relación entre “El Niño de la Caja” y la casa de acogida.
En 1998, el teniente de policía de Filadelfia Thomas Agustín, quien estaba a cargo de la investigación, y varios miembros de la Sociedad Vidocq, un grupo de policías jubilados y expertos en perfiles de asesinos, se entrevistaron con el padre y la hija, que por aquellas fechas ya se había casado. La entrevista pareció confirmar que aquellas personas no estaban involucradas en el caso y se decidió cerrar esa línea de investigación.
La tecnología para identificar el ADN no existía en 1957. Cuarenta y un años más tarde, en 1998, el caso se reactivó. Los restos de “El Niño en la Caja” fueron exhumados con el fin de obtener muestras de tejido para el análisis genético. Los investigadores esperaban poder comparar el perfil de la víctima contra los perfiles de ADN de los sospechosos. Por desgracia, los restos estaban demasiado degradados para permitir la extracción de ADN nuclear viable.




Después de varios intentos fallidos, las muestras de tejido se enviaron a un laboratorio independiente, que extrajo con éxito el ADN mitocondrial de los dientes del niño. Aunque un perfil de ADN mitocondrial es una herramienta forense menos útil que un perfil de ADN nuclear, puede utilizarse para confirmar o descartar una relación genética a través del linaje materno. El perfil de ADN mitocondrial de la víctima fue usado para descartar la posibilidad de que fuera Steven Craig Damman, un niño desaparecido de Nueva York secuestrado en 1955.
Los más buscados de América, un popular programa de televisión conducido por John Walsh, transmitió un segmento sobre el caso el 3 de octubre de 1998, en cooperación con el Departamento de Policía de Filadelfia.
En septiembre de 2000, una mujer de Michigan notificó a la policía que creía que un chico que se mudó a su barrio de Detroit a mediados de la década de 1950, podría haber sido “El Niño de la Caja”. Dijo que era un infante tímido y retraído, constantemente maltratado por su padrastro borracho. A finales de 1956 o principios de 1957, el niño intentó cortar su propio cabello e hizo un lío. Esto enfureció a su padrastro.
Poco después, el niño y su familia partieron en un viaje de dos semanas a Kentucky para visitar a familiares. Cuando los padres regresaron a Detroit, el chico no estaba con ellos. El padrastro alegó que el niño había sido "adoptado" por un médico de Tennessee. Aunque la informante no aceptó la explicación del padrastro, nunca informó sobre la misteriosa desaparición del niño a las autoridades.



Su historia fue exhaustivamente investigada, pero se estableció que no había conexión con el caso. Dos medias hermanas menores del chico aludido fueron localizadas y entrevistadas. Una de ellas dijo que siempre le habían dicho que su hermanastro había sido adoptado por gente de Tennessee, pero que ella no sabía nada más que eso. Otra persona que fue entrevistada, afirmó que el muchacho había seguido la pista de su familia y visitado a su padrastro en la década de 1960. Al parecer, llevaba puesto un uniforme de la Fuerza Aérea en ese momento.
Los investigadores decidieron interrumpir la búsqueda activa de la pista de Michigan porque, a su juicio, la investigación había llegado a un callejón sin salida.
Otra hipótesis se presentó en febrero de 2002, cuando una mujer identificada sólo como “M” afirmó que su madre había comprado al niño desconocido, llamado “Jonathan”, en el verano de 1954. Posteriormente el chico fue sometido a abusos físicos y sexuales durante dos años y medio, y un día terminó asesinado en un ataque de furia porque había vomitado en la bañera.




Esta misteriosa mujer también dijo a la policía que su madre le había cortado el pelo y que había trasladado el cuerpo a una zona de Fox Chase dentro de una caja de cartón. Los investigadores concluyeron que la historia era verosímil, pero también averiguaron que “M” tenía problemas mentales desde hacía tiempo. La búsqueda de pruebas en el sótano de la casa donde el niño supuestamente residió, no encontró ni un rastro suyo. 
Todos los vecinos cercanos a su domicilio que fueron interrogados, declararon que jamás habían visto un niño en ese domicilio y que la mujer era una conocida mitómana y buscadora de atención.
Fue la Sociedad Vidocq la que obtuvo una orden judicial para exhumar el cuerpo del niño, para los efectos de la extracción de tejido para analizar el ADN. El niño fue enterrado de nuevo con una ceremonia que congregó a muchas personas y medios de información.
Sus restos reposan ahora en otro lugar, con una lápida que dice: "Dedicado al Niño Desconocido de América”. El misterio sigue siendo investigado por la Sociedad Vidocq, organización de renombre mundial que se especializa en "casos fríos", en particular homicidios.




Hasta la fecha, el caso sigue sin resolverse y en la actualidad tanto la identidad de “El Niño de la Caja” como la de su asesino siguen siendo un misterio.
Biografía : Historia y tipología de los asesinos




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