El Chalupas

05.09.2016 a las 03:18 hs 914 0


EL CHALUPAS, UN ‘SUPERVOLCÁN’ POCO CONOCIDOUna megacaldera, que por su tamaño es a veces difícil de distinguir, se descubrió en 1980. Hace 200 000 años erupcionó y enterró el valle interandino del Ecuador.
El 5 de febrero de 1980, un geólogo español de 29 años llamado José Manuel Navarro -quien formaba parte de la exploración de recursos geotérmicos del, entonces, Instituto Ecuatoriano de Electrificación (Inecel)- se abrió camino, con su moto todoterreno, hacia el borde occidental de la caldera del Chalupas. Mirando hacia el este divisó el volcán Quilindaña que se elevaba de modo independiente en medio de una explanada gigantesca. Notó que aquello era algo mucho más grande que un volcán.

En un horizonte de 12 kilómetros, el cono negro volcánico del Quilindaña es la única elevación. Solo hacia el noroeste se aprecia, en perspectiva, cómo unas pequeñas lomas se fusionan con la punta helada del Cotopaxi. Navarro encontró la respuesta a la pregunta que durante algunos días sus compañeros se habían realizado: ¿cuál es el origen de aquellos muros espantosamente grandes, de ceniza y piedra pómez, que se encuentran en Latacunga y cercanías? El geólogo solo encontró un modo para explicarlo: el gran hueco que rodea al Quilindaña es un volcán inmenso que en su última erupción sumergió a todo el valle interandino bajo montañas de hasta 60 metros de ignimbrita.

“Éramos cinco geólogos jóvenes, llenos de entusiasmo, que salíamos a resolver los problemas del mundo. Algunos decían que el material volcánico venía del Puzulahua. Pero cuando Navarro llegó en su moto gritando ‘¡Eureka, eureka!’, todas las piezas del rompecabezas encajaron”, cuenta Bernardo Beate, vulcanólogo del Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional(IG-EPN), quien -a sus 29 años- también participó en la exploración del Inecel.

Existen volcanes y supervolcanes. Algunos científicos utilizan este último término para determinar explosiones de una violencia y un volumen excepcional, de hasta 1 000 km3. Mientras los volcanes forman montañas, los supervolcanes las eliminan. Los volcanes matan plantas y animales que se encuentran hasta algunos kilómetros de distancia; los supervolcanes amenazan con la extinción de especies al alterar el clima de todo el planeta. El Chalupas (provincia de Napo) no está muy lejos de ser un supervolcán.

Hace aproximadamente 200 000 años, la megacantera ecuatoriana erupcionó y expulsó más de 100 km3 de material piroclástico. Este cubrió una extensión de 2 000 km2, “por todo el callejón interandino, desde Guayllabamba en el norte, hasta Riobamba, en el sur”, dice Beate. Sin embargo, Theofilo Toulkeridis, geólogo de la Escuela Politécnica del Ejército, argumenta que debido a los miles de años de erosión por el viento, el agua y el desplazamiento de glaciares, el volcán pudo haber emitido hasta 800 km3 de material.

“La erupción del Chalupas es una catástrofe equivalente a la caída de un meteorito”, dice Beate. En el caso de una erupción, el país –añade- quedaría aniquilado con más de 100 000 km2 cubiertos de ceniza. El impacto de este volcán sería mucho más fuerte que el Krakatoa en Indonesia, el cual erupcionó en 1883 y dejó más de 36 000 fallecidos.  

Todo empieza cuando a 100 km de profundidad una columna de magma se eleva y se acumula bajo la corteza de la caldera. El calor derrite, poco a poco, la roca a su alrededor durante miles de años. A medida que la corteza se hace más fina, los gases comprimidos en el magma se impulsan hacia arriba. Al mismo tiempo empiezan a aparecer fisuras causadas por la presión y el derretimiento, hasta que los gases y el magma -atrapados y bajo presión- salen precipitados ocasionando una explosión masiva: como abrir una botella de gaseosa tras haberla agitado.
Un chorro de magma pulverizado se dispara en una lluvia de fuego hacia el cielo. Se multiplican las fisuras y el magma viscoso se abre camino dentro de las nuevas aperturas. Las rocas de la superficie colapsan, al igual que cae el techo de una casa cuando los muros se desmoronan. Una nube incandescente de ceniza avanza a una velocidad equivalente a la de un huracán (100 km/h) y arrastra, sepulta y aniquila todo en su camino.
En las erupciones más colosales la columna de polvo y cenizas puede alcanzar la estratósfera a 35 km por encima de nuestras cabezas y tener consecuencias en todo el planeta. Se crea una cortina negra en la atmósfera que no deja pasar la luz.  Consecuentemente, la Tierra se enfría por meses o incluso años como ocurrió en 1812, con la erupción del Toba, Indonesia. En aquella ocasión, Europa atravesó un año sin verano. Beate afirma que han encontrado cenizas de la última erupción del Chalupas a 3 000 km de la costa ecuatoriana.
“No se sabe cuándo volverá a erupcionar. Por el momento el Chalupas se encuentra dormido y con muy poco movimiento sísmico”, dice Patricia Mothes, jefa del área de Vulcanología del IG-EPN, quien afirma que la caldera está en constante monitoreo. Para Toulkeridis, el problema no es si va a erupcionar, sino cuándo lo hará.

La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas

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