Cuidate de los miasmas!!!!!

30.04.2020 a las 09:25 hs 490 0

En enero de 1871 empezaron a aparecer los primeros casos ―en Corrientes primero y luego en Buenos Aires― de una enfermedad muy grave que se conocía como Vómito Negro Fiebre Amarilla.


Es probable que,se transladara junto con los soldados que volvían de la Guerra del Paraguay.




Se creía que la enfermedad se transmitía por unas cosas que había en el aire que se llamaban miasmas. No es muy fácil explicar qué son los miasmas porque en realidad nadie lo sabía muy bien tampoco en ese entonces.



Sería algo que emanan los cuerpos, los suelos y las aguas, que permanece en el aire y que puede contagiar muchas enfermedades. Un ejemplo bastante indiscutido de enfermedad “miasmática” era la Fiebre Amarilla.


Que se tratara de un mosquito transmisor recién se le ocurrió al médico cubano Carlos Finlay diez años después y lo trataron de loco. Igual no los culpo: es mucho más espectacular explicar que una enfermedad se transmite por algo casi mágico que por un simple insecto.


Los casos pasaron de ser decenas a cientos y se concentraban, principalmente, en San Telmo. Como había muchos inmigrantes y un grupo de ellos hablaba otro idioma, el italiano, se empezó a culpar a los italianos, obvio.



A esta altura, es justo afirmar que esta es la historia de una epidemia provocada por un virus que se transmite de manera obligada entre mamíferos y mosquitos del género Aedes, pero que para fines de febrero de 1871, era una enfermedad miasmática contagiada por italianos.




Empezaba a haber bastante hacinamiento y los conventillos se multiplicaban como moscas.



Era común que familias enteras ocuparan una sola habitación. Aun así, comer en Argentina seguía siendo muy barato respecto a Europa, por lo que los recién llegados preferían quedarse en esas condiciones antes que volver. Nada era peor que el hambre.


En marzo, con la epidemia ya declarada ―murieron en Buenos Aires cinco mil personas ese mes, cuando el promedio mensual en épocas en las que no había epidemia era de setecientos― el presidente, Domingo Faustino Sarmiento, otro que logró agenciarse no una sino dos calles a su nombre y que había sido electo por la diferencia más grande en toda nuestra historia (aunque sólo votaban varones argentinos, mayores de 18 años, en voz alta, en el atrio de las iglesias) tomó una decisión absolutamente heroica: se fue.


Se subió al tren que en esa época se llamaba Ferrocarril Oeste (y luego se llamó, por supuesto, Sarmiento) y volvió recién en julio, cuando la epidemia se había terminado, para inaugurar las sesiones ordinarias del Congreso .


Pero mientras Sarmiento se exiliaba, en Buenos Aires la epidemia seguía y los miasmas continuaban encabezando la lista de sospechosos (junto con los italianos).


El 9 de marzo, la Comisión Popular y el Gobierno dispusieron desalojar todos los conventillos. Advirtieron que, de ser necesario, se utilizaría la fuerza pública. Así se fue evacuando la ciudad, sacando por la fuerza a todas las personas de las piezas donde vivían y quemándoles sus cosas.


El tren funcionaba gratis para los que debían irse pero era un beneficio inútil: la mayoría no podía pagar lo que salía una casa en las afueras. Pronto se armaron viviendas provisorias en los vagones de los trenes y campamentos a orillas del Riachuelo.



[size=]Lavanderas en el bajo al pie del muelle de pasajeros, al fondo la aduana y el ferrocarril, 1880. Documento fotográfico. Inventario 168823.[/size]




Eventualmente llegó el otoño, las temperaturas bajaron y con ellas la fiebre finalmente empezó a amainar. Sarmiento volvió.
El recuerdo de la tragedia aún persiste y todos los testimonios que nos quedaron de esa época son terribles.




Gracias por pasar!!!!!







Fuentes  
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https://elgatoylacaja.com.ar/baac/los-miasmas/

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