2 paradojas que te volarán la tapa de los sesos por todo lo

31.07.2016 a las 17:25 hs 1094 0





1: La paradoja de Protágoras


Protágoras era un sofista experto en retórica que se llenaba los bolsillos de la toga a dos manos cobrando elevadas tarifas por sus clases. A pesar de ser conocido por su carácter pesetero, en una ocasión decidió fiar a un alumno que no tenía recursos y se topó con la horma de su zapato.



Eulato era un joven que quería estudiar derecho pero al que no le llegaban las monedas, así que Protágoras le ofreció el siguiente trato: él le enseñaría sin cobrarle a condición de que le pagase la deuda cuando ganase su primer juicio. Tras acabar su formación Eulato, que era bastante jeta, decidió que no quería ejercer como abogado, así que no estaba en la obligación de saldar su deuda con Protágoras.


Protágoras se encabronó lo que no está escrito y amenazó a Eulato con denunciarle para recuperar su dinero. Frente a la amenaza, Eulato le explicó que se representaría a sí mismo  y, de esta forma, ganase o perdiese, él no podría reclamarle nada:


Si vamos a juicio y yo gano, por este mandamiento judicial, no te tendré que pagar; si pierdo, dado que aún no habré ganado mi primer pleito, y esta era nuestra condición, tampoco tendré que pagar. Así, pues, Protágoras, no te conviene ir a juicio: seguro que lo perderás.”

Pero Protágoras, experto en ver las dos caras de todo, argumentaba:


Si vamos a juicio y gano, por este mandamiento judicial, me habrás de pagar; si pierdo, tú habrás ganado tu primer pleito y por razón de nuestro antiguo pacto, me habrás de pagar.”

2: La paradoja de Ronald Opus

La historia de Roland Opus sería un caso que en la tele española lo narrarían entre Iker Jimenez y Pedro García Aguado:
Ronald Opus había saltado desde lo alto de un edificio con la intención de suicidarse. Durante la caída, su vida se vio interrumpida por un disparo de escopeta que paso a través de una ventana y lo mató instantáneamente. Ni el que disparó ni el suicida eran conscientes de que se había instalado una red de seguridad por unas obras, por lo tanto Ronald Opus no habría podido ver completado su suicidio.
En la habitación desde donde se disparó la escopeta estaban discutiendo un hombre mayor y su esposa. Él la amenazó con la escopeta, disparó y los perdigones atravesaron la ventana alcanzando al Sr. Opus.
Cuando el anciano fue acusado de homicidio, él y su esposa dijeron que pensaban que la escopeta estaba descargada, era algo habitual en sus discusiones. Por lo tanto la muerte del Sr. Opus parecía ser un accidente.
Según un testigo, fue el hijo de la pareja quien había cargado la escopeta unas semanas antes. La anciana había quitado el apoyo financiero a su hijo  y este, sabiendo de la propensión del viejo a apuntar a su madre, cargó el arma con la esperanza de que la matara. El asesinato del Sr. Opus ahora era responsabilidad del hijo.
Y aquí viene el toque más retorcido, investigaciones posteriores revelaron que el hijo era, de hecho, Ronald Opus. Se había deprimido tanto por el intento fallido de asesinar de su madre que decidió quitarse la vida. El hijo se había asesinado a si mismo, por lo tanto el forense cerró el caso como suicidio.


La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas

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